sábado, 28 de junio de 2008

¡Pobres ricos!


Somos un pueblo único, con oportunidades únicas, con un llamamiento singular, con perennes promesas , provistos de toda clase de bendiciones, que no se reducen simplemente al hecho material o de riquezas, sino que van mucho más allá, a un plano espiritual. Cobijados diariamente con la sangre más preciosa jamás derramada, y marcados con el Nombre más grande y sublime que hay en todo el universo. ¡EL NOMBRE DE JESUS!
Se nos ha prometido la compañía divina, no solo hasta el fin de nuestras vidas, sino hasta el fin del mundo; contamos con la dicha de sentir la presencia más exquisita que cualquier ser humano pudiera disfrutar, que es el Espíritu Santo derramado para consolación y poder en nuestra vida.
Tenemos el privilegio de haber recibido la revelación del evangelio de Jesús, se nos ha cambiado un destino de muerte, por uno de ETERNA VIDA, se nos ha saldado la deuda más grande e impagable que pudo haber adquirido la raza humana, a una cuenta a nuestro favor, con el saldo más increíble en ganancias.
Tenemos todo lo que pudiéramos necesitar en la vida, y eso es lo que a veces causa tristeza...
Que teniéndolo todo, seguimos pensando que no tenemos nada, o al menos con nuestra actitud muchas veces así lo demostramos. ¡Pobres ricos!
Es como si no valoráramos todo eso que nos ha sido dado, y en un reflejo de nuestra ingratitud, apegados a un mundo que no nos pertenece, pero que creemos nuestro; vivimos sintiéndonos pordioseros por no poseer tantas cosas materiales que vemos en otros. Porque nos han enseñado a considerar como "grandes bendiciones" todo lo terrenal que "podamos" conseguir.
Nos duele aceptarlo, pero aunque hemos sido llamados a un reino espiritual, nos hemos convertido en seres materialistas, reclamando ganancias en un mundo del que pronto (y así lo espero de corazón) nos marcharemos sin llevarnos nada.
Es paradójico, deseamos parecernos en todo a nuestro Señor; pero cuando mencionamos el pasaje de Mateo 8:18 donde habla acerca de los que querían seguir a Jesús; las palabras de nuestro Señor fueron: "Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; mas el Hijo del Hombre no tiene donde recostar su cabeza" entonces, buscamos todas las explicaciones teológicas y hasta filosóficas posibles, pero no podemos asimilar la idea, o vernos en la escena de que nosotros no tengamos algo.
Nos parece inaceptable, que no podamos tener algo en la tierra, (aun cuando sabemos que ÉL, siendo el Creador del universo, no quiso tener nada). Olvidamos las palabras que le escribiera el Apóstol Pablo a Timoteo en su primera carta, "Porque nada hemos traído a este mundo, y sin duda nada podremos sacar. Así que, teniendo sustento y abrigo, Estemos CONTENTOS con esto"
No sé en qué momento dejo de resonar y ser verdad en nosotros lo que decía el salmista:
"¿A quién tengo yo en los cielos sino a ti? y fuera de ti NADA deseo en la tierra"