lunes, 8 de noviembre de 2010

El Reino

Hace poco, encontré en una de las redes sociales, un comentario que me inquieto profundamente.

Me inquieto, porque de alguna manera también ha sido una pregunta personal, y además porque tiene que ver con la realidad que estamos viviendo.

Este es el comentario:
"¿QUE PASO CON EL IDEAL DE EXALTAR EL REINO DE DIOS Y NO NUESTRAS PROPIA ORGANIZACIONES? 
REALMENTE ESTAMOS SIENDO LUZ Y SAL O SEGUIMOS TAN ENFOCADOS EN NUESTROS PROPIOS REINOS QUE HEMOS COMPLETAMENTE OLVIDADO COMO SERVIR A UN SOLO REINO?"

Estoy consciente que al escribir sobre este asunto, habrán unos cuantos que compartan mi manera de pensar, pero lo más seguro es que cause la crítica, la risa y el rechazo de otra mayoría; sin embargo lo entiendo (cada quien, defiende lo que cree saber) y prefiero someterme a cualquiera de estas, y no quedarme en silencio.

Hoy en día, frecuentemente se escucha la gente decir:
"¡Orgullosamente Católicos!", "¡Orgullosamente Prebisterianos¡", "¡Orgullosamente Adventistas!" "¡Orgullosamente Pentecostales!" o también, "Nuestra amada iglesia Católica", "Nuestra amada iglesia Presbiteriana", "Nuestra amada iglesia Adventista", "Nuestra amada iglesia Pentecostal" solo por mencionar algunos ejemplos, puesto que hay muchas organizaciones cristianas.
Es también muy probable que alguno en este momento mientras lee, estará impresionado o impactado mientras exclama: ¡Cómo se le ocurre compararnos!

Pregunto:
¿Desde cuándo dejamos de sentirnos felices y privilegiados por ser la iglesia de Jesucristo, para sentirnos contentos u orgullosos del nombre de una organización?
¿Desde cuándo perdimos la devoción de exaltar solo el nombre de Cristo, para Exaltar el nombre de una organización?

¿Desde cuándo la salvación o verdadera senda de vida depende de una organización?

¿Acaso es Dios, presbiteriano, católico, adventista o pentecostal?

Hemos llegado a tal extremo, que damos por condenados a todos los que no son parte de nuestra organización, pensándonos exclusivos de Dios y pensando a Dios exclusivo de nosotros. Atribuyéndonos el derecho de calificar quienes están o no están salvados, aun cuando la biblia misma dice: “La salvación es de Jehová” Salmos 3:8.

Y raya todavía la exageración y sectarismo, al punto que si algún creyente o pastor, por cualquier razón ya no está dentro de la organización, algunos cuantos se lamentan por “el fracaso” pero la mayoría, (aunque no lo reconozcan) se desmiden en comentarios, apreciaciones y especulaciones acerca de dicha ausencia de la organización, juzgando, condenando; tildando de rebelde, apóstata, divisionista y quien sabe cuántas cosas más, aplicando la cita más común: “salieron de nosotros porque no eran de nosotros”, para justificar su propio mal hablar y denigración de alguien que también ha sido lavado con la sangre de Cristo y bautizado en el mismo Nombre de Jesús, aun cuando ellos mismos saben a qué se refiere verdaderamente ese versículo, y olvidando completamente la misericordia y el perdón enseñado y demostrado por nuestro Señor Jesús.

Hay una doctrina que salva, es la doctrina de Jesucristo, que no es propiedad de una organización, aun cuando esta la practique y predique. La doctrina de Jesucristo es de él, y él se reserva el derecho de revelarla a quien él quiere.

Es agradable pertenecer a una organización estructurada y consolidada, pero es triste ver, cuando esa estructura y firmeza, comienza a elevar el egocentrismo y no solamente lo eleva sino que lo promueve a sus nuevos feligreses, con la premisa de ser el único y verdadero camino a la salvación. No obstante, TODOS sabemos que el único camino se llama Jesucristo.

Si no es así, ¿Por qué tantas organizaciones del Nombre de Jesús, en muchos países no tienen comunión entre sí? Existe un celo organizacional, que se ha convertido sin lugar a dudas, en el mayor defecto de las organizaciones cristianas hoy en día, pero más decepcionante aún, es saber que los mismos líderes lo reconocen y aún así, no pueden, o no quieren hacer algo para cambiarlo.

Todo esto hace parte del surgimiento de una nueva clase de reino que dista mucho de ser el reinado que Cristo vino a predicar.

Queda claro, que la IGLESIA es la novia del Señor, y que él la está preparando para presentársela así mismo, una iglesia santa sin mancha y sin arruga, pero esta iglesia no se refiere a una organización en particular, sino a un grupo de personas bautizadas en el nombre de Jesús, lavadas con la sangre de Jesucristo, llenas del Espíritu Santo, que crean y obedezcan sus enseñanzas, que practiquen la santidad de vida, viviendo alejados del pecado y en completa comunión con su Señor. Que demuestren el AMOR mostrado por Él en la cruz, que sientan la misericordia y compasión que Él sintió por la humanidad. Personas que se mantengan fieles a Jesús. Quienes acepten, vivan de esta manera el evangelio, y permanezcan en la Palabra de Dios, pueden llamarse la Iglesia de Jesucristo, aún cuando pertenezcan a diferentes organizaciones.

Somos parte de un reino, y somos privilegiados al pertenecer a este reino. Conservemos pues la esencia de este reinado, guardemos la humildad que caracteriza este precioso reino, ya que nuestro propio Rey, mostró el ejemplo cuando se despojo de su gloria, y siendo el mismo creador del universo y sustentador de todo, vino a este mundo a nacer en un sencillo establo, para darnos con su pobreza, la riqueza de este reino y con su muerte, el derecho de ser ciudadanos del REINO celestial.