lunes, 19 de mayo de 2008

Cuando adoramos y cantamos con sinceridad




Siempre me ha gustado mucho el episodio narrado en el libro de los Hechos de los Apostoles, en el capítulo 16 el versículo 25, cuando dos hombres despues de haber sido golpeados con varas por una multitud, además de haberles rasgado las ropas, fueron azotados, (y no azotados simplemente, sino que dice: "azotado mucho") y fueron echados en la cárcel.

Cualquiera de nosotros que cantamos y adoramos a Dios hoy en día, hubiésemos puesto este hecho, como una excusa para no poder cantar o adorar a Dios; al fin y al cabo con un cuerpo herido es imposible hacerlo bien. Sin embargo esto no fue lo que pensaron estos dos hombres. A pesar, de todo el sufrimiento, ellos cantaban himnos al Señor, aunque era ya la medianoche.

Pero esto no era todo, ellos, además lo hacían con toda el alma y con todas sus fuerzas, pues su canto traspasaba los muros, de tal manera que los presos en otras celdas los escuchaban.

Como era de esperarse, la presencia de Dios se manifestó y algo maravilloso sucedió aquella noche, no solo para estos dos hombres que adoraban a Dios; también para los hombres que estaban alli simplemente escuchando. y como si fuera poco, Dios salvó a toda una familia, que recibió con gozo el evangelio de Jesús.



Que importante es, recordar que, hoy, Dios sigue buscando a verdaderos adoradores, tal como se lo explicara a aquella mujer samaritana, que le adoren en espíritu y verdad, y que además, es necesario que adoren.

Que dejemos a un lado nuestra opiniones, limitaciones, excusas personales, y nos dediquemos a buscar siempre el hacer lo que a Dios le agrada.

Seguramente cada vez que esto suceda en nosotros, veremos cosas extraordinarias, veremos la gloria de Dios actuando a través de una ofrenda sincera de adoración y alabanza, seremos testigos del poder salvador de nuestro Señor Jesús, tal como lo fueron todos los que estaban en aquella cárcel, cuando a medianoche Pablo y Silas cantaban al Señor Jesús.

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